Melilla modernista: luces y sombras de la puesta en valor del patrimonio


La conocida como Casa de los cristales, cuyo rehabilitación es tema aún pendiente.


El Faro de Melilla



Escrito por Marcos Rober
lunes, 17 de agosto de 2009

Hablar de Melilla es hacerlo igualmente de su arquitectura modernista, símbolo de una ciudad que en los últimos años ha ido tomando conciencia, gracias a la labor de los poderes públicos,
de la necesidad de rehabilitar, proteger y conservar un patrimonio exclusivo en el norte de África, ya convertido en icono e imagen de una ciudad que pretende entrar en el siglo XXI mostrando una parte de su historia, simbolizada y materializada a través de la historia de las construcciones que adornan en centro de la villa y algunos barrios más alejados.
Esta situación, que podría parecer envidiable, en la medida en que hay catalogados más de 700 edificios de diversa factura y estilos, clásico, modernista o art déco, descubre sin embargo una serie de problemas que comienzan a perpetuarse en el tiempo y que ponen en evidencia, en determinados momentos, la política de la administración local en este ámbito.
Los esfuerzos que se han hecho son ímprobos pero insuficientes, a tenor de la situación en la que se encuentran algunos de los edificios, aspecto que deberá corregirse si se quiere apostar por la arquitectura modernista como recurso turístico en la ciudad.

Apuestas fallidas

El consejero de Fomento, Rafael Marín, ha sido uno de los más fervientes defensores de la peatonalización de algunas de las calles del centro. A pesar de las indudables ventajas que podría reportar a la ciudad el hecho de que algunas vías estuvieran cerradas al tráfico, en particular para mejorar la protección patrimonial, desarrollo de la hostelería y fomento de la explotación turística de la zona, lo cierto es que en Melilla esta opción ha encontrado siempre más detractores que defensores. En este sentido, el proyecto piloto que se llevó a cabo con la peatonalización de la calle García Cabrelles y aledaños no parece que haya dado sus frutos.
Así, tras un breve período de tiempo, algunos comerciantes de la zona afirmaron que esta situación no habría mejorado las ventas en sus comercios, tal vez debido al alejamiento de la calle principal, la avenida Juan Carlos I, más que a la ausencia de viandantes. Pese a ello, esta primera opción no tuvo el respaldo ni profesional, en el ámbito del comercio, ni ciudadano, para poder ser consolidada. De este modo, la Ciudad Autónoma no tuvo más remedio que volver a reabrir al tráfico estas calles ante las protestas de los comerciantes.
La situación actual no deja de ser paradójica y es que el tráfico rodado, antes bastante abundante, ahora parece controlado, justo cuando se ha abierto de nuevo la calle. El consejero de Fomento no desespera ante esta situación y pone siempre como ejemplo el caso de la calle Larios, en Málaga, donde el cierre al tráfico a permitido generar una arteria comercial de indiscutible valor para hosteleros, comerciantes y ciudadanos.
En cualquier caso, no ha habido desde entonces más apuestas del Gobierno local a favor de la peatonalización, un tema polémico que nadie quiere reabrir para no generar enfrentamientos estériles con el sector comercial.
Zona comercial
Pero la peatonalización de las calles no ha sido la única preocupación del Gobierno local. Reactivar el centro modernista como centro comercial ha sido otra de las apuestas, ésta con más suerte, pues desde hace dos años se impulsó la puesta en marcha de lo que se ha venido en llamar ‘Centro comercial abierto’, una opción ya puesta en práctica en otras ciudades españolas con éxito y que en Melilla pretendía revitalizar una zona que estaba algo deprimida.
Esta posibilidad fue defendida desde Proyecto Melilla, Promesa, una de las instituciones más comprometidas con la reactivación del comercio melillense y la generación de empleo en la ciudad. El centro comercial abierto parece haber calado entre los melillenses y los comerciantes, aunque presenta algún que otro problema, en particular la saturación de tráfico que ha generado en el centro, un elemento que entorpece sin lugar a dudas la explotación del centro modernista desde un punto de vista turístico. Así, desde el Gobierno local se hace lo indecible por encontrar zonas donde poder construir nuevos aparcamientos. Para muchos esto denota una falta de previsión, otros sin embargo consideran que no es más que un efecto sobrevenido, ya que el tráfico siempre ha sido intenso. La cuestión que se plantea es hacer compatible la explotación comercial con el control de tráfico en la zona.
Junto a los aparcamientos, también ha surgido la posibilidad de instalar parquímetros, algo no bien acogido por los melillenses. Parece pues que va a ser imposible compatibilizar ambas cuestiones. Pero la gestión del patrimonio en el ensanche modernista roza con dos últimas cuestiones, su rehabilitación y conservación por un lado, y su explotación turística por otro.

La opción del Turismo
La puesta en valor del patrimonio arquitectónico ha tenido siempre dos objetivos, el primero de ellos la conservación de unos bienes catalogados como conjunto histórico, declarado así desde el año 1953, con la ampliación que se llevó a cabo en 1986 y en segundo lugar la posible explotación turística de un patrimonio que no deja de ser insólito en una ciudad española, que como Melilla, está en el norte de África.
Así las cosas, desde la Viceconsejería de Turismo se adoptó en su día un plan de dinamización turística que el tiempo se ha encargado de mantener en el olvido. La política se ha orientado hacia la consideración del patrimonio modernista como objeto turístico, circunstancia que no pasa ya desapercibida ni en las guías turísticas editadas ni en los folletos turísticos que pueden recogerse en el kiosko turístico de la Plaza de España.
Pese a estos indudables logros, lo cierto es que el plan de dinamización turística de la zona centro no dio sus frutos, quizás por haberlo planteado de forma independiente a otras acciones que debían ser emprendidas. Las visitas audioguiadas fue el instrumento que se quiso utilizar en su día, hoy en mal estado de conservación.
Pero desde la asociación de guías de turismo de la ciudad, Aguitur, también se han levantado algunas voces críticas. Y es que la realización del circuito turístico modernista es difícil de llevar a la práctica. Si se hace a pié, el guía se encuentra con las dificultades que plantea el intenso tráfico, el ruido ensordecedor y la falta de espacio donde poder dar las explicaciones pertinentes.
De nuevo queda patente que la peatonalización de algunas calles sería beneficioso para estas guías. De momento no se ha adoptado ninguna otra medida de carácter turístico, excepto la defensa de la rehabilitación de algunos edificios, aspecto que roza con otros nuevos problemas.
Rehabilitar el patrimonio

La última faceta de la defensa del ensanche modernista pasa por la rehabilitación de gran parte de sus edificios. Los problemas surgen cuando los propietarios no se implican en esta labor, bien por falta de interés o por falta de recursos.
El caso de la conocida como ‘Casa paraíso’ quizás sea el más sonado pero no el único. En este sentido, la administración puede obligar al propietario al mantenimiento del edificio, e incluso existen ayudas para su conservación, tanto por parte de la Consejería de Fomento como del Ministerio, a través de un convenio firmado hace un año.
La recuperación de los edificios no es fácil y en algunos casos se ha optado por conservar la fachada y construirlo de nuevo. Pese a ello, aún queda mucho por hacer, como muestra la conocida como ‘Casa de los cristales’, ejemplo de historicismo único en la ciudad.
Lo que parece claro es que la conservación y explotación del ensanche modernista requiere una actuación integral que comprenda diversas facetas, la turística, la comercial, la patrimonial y la relativa a la seguridad y gestión del tráfico. Las acciones inconexas han demostrado no servir para mucho a tenor de los resultados. Mientras tanto, el patrimonio melillense seguirá a la espera de una mejor protección.

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