La Edad de Oro de los discípulos

El espíritu de arquitectos de la talla de Eifffel, Gaudí, Paul Hankar o Kenzo Tange reposa en Bizkaia

DEIA Jon mujika - Domingo, 21 de Febrero de 2010
Bilbao

Dice un viejo proverbio inglés que la edad de oro nunca es la presente. Hoy, cuando sobre Bilbao se cierne la sensación de vivir una auténtica revolución arquitectónica con la presencia de apellidos ilustres como Frank Ghery, César Pelli, Santiago Calatrava, Norman Foster, Zaha Hadid o Arata Isozaki, entre otros, agrupándose alrededor de una ciudad de escala media -en Chicago llegó a organizarse una muestra sobre semejante concentración que asombra a los expertos...- da la sensación de que la frase salta hecha añicos. Y, sin embargo, Bilbao -Bizkaia entera en general...- vivió ya otros días de luces arquitectónicas. Hagámosle caso entonces al genio de Gaudí, cuando dijo que lo realmente original es un regreso al origen.

Ya en 1862, y a raíz de la ley promulgada por la Reina Isabel II que permitiría a Bilbao iniciar su plan de ensanche, el ingeniero Amado de Lázaro presentó, por encargo del Ayuntamiento de Bilbao, un nuevo proyecto de ensanche sobre los terrenos de Abando. Su trabajo se tachó de "utópico e irreal" por no atender las necesidades básicas del ferrocarril y de espacios industriales.

Años más tarde, en 1876, el proyecto de Severino de Achúcarro y Pablo de Alzola y Ernesto de Hoffmeyer, pensado sobre 150 hectáreas, fue aprobado. Unos años antes comienza esta historia, extensible a toda Bizkaia, y que parte desde El Abra, donde la construcción del Puente Colgante -mejor no entrar en la terminología, para abreviar...- se atribuye al arquitecto e ingeniero Martín Alberto de Palacio, a quien la tradición otorga la condición de discípulo de Eiffel. La realidad de la historia es que un contratista francés, Dubois, se enfrentó al autor del diseño por la peligrosidad de la barquilla. En medio del litigio, ofertaron a Gustave Eiffel, el ingeniero de Dijon, el arbitraje, ex cathedra, acerca de la viabilidad del proyecto. Sus cálculos arrinconaron en el olvido al comerciante galo y dieron la razón al ingeniero. Era 1858...

De Eiffel a Gaudí. La comba de la arquitectura en Bizkaia resultaba sorprendente. Allá donde en 1882 murió el popular Árbol Gordo de Arbieto -un viejo roble de más de siete siglos de edad y testigo, por tanto, de la fundación de la Villa...-, el arquitecto aragonés afincado en Donostia, Luis Aladrén, discípulo del genio modernista catalán, comenzó la construcción del Palacio Foral de la Diputación. Las dos estupendas farolas que se encuentran en el exterior, frente a la entrada principal, son obra de Jean Baptiste Darroguy, autor de la fachada del Teatro Campos y también seguidor del consagrado arquitecto de la Sagrada Familia.

Estábamos, no obstante, con Aladrén. Suya fue la idea de construir, entre 1901 y 1904, la casa Montero, más conocida por la calle como la casa de Gaudí. De nuevo aparece en escena Jean Baptiste Darroguy -debía ser una estrella del rock de la época...- para tallar las balconadas del edificio de viviendas adosado que consta de sótano, planta baja y cinco alturas y azotea con buhardillas. Éste es, al decir de los puristas, el único edificio de Bilbao que se puede calificar de modernista, junto con la fachada del Teatro Campos Elíseos.

Aparece en escena ahora Joaquín Rucoba, maestro del eclecticismo, inspirado por uno de los grandes genios del género, Charles Garnier, arquitecto de la Ópera de París. Su presencia no es minúscula, toda vez que firma los proyectos de dos edificios singulares de Bilbao, el Teatro Arriaga, en 1890, y la Casa Consistorial de Bilbao, datada en 1892. Para la construcción del teatro tuvo que solucionar el problema de la inestabilidad del terreno, demasiado cercano a la ría. Fue inaugurado "con luz eléctrica", el 31 de mayo de 1890, con la ópera La Gioconda, de Ponchielli. Doce años después, tomaría el nombre del Mozart Bilbaino, Juan Crisóstomo de Arriaga y Balzola. Rucoba, arquitecto municipal, recuperó los terrenos del arruinado convento de San Antón, para levantar allí la Escuela de Artes y Oficios y un Pabellón de Exposiciones. Este proyecto es transformado en 1883 para convertirlo en el tercer Ayuntamiento de la ciudad, el actual. A esta nómina hay que añadir el Palacio Chávarri, edificado por Atanasio de Anduiza siguiendo las directrices de Paul Hankar, padre del art noveau, junto con Henry Van de Velde y Víctor Horta, cuyo espíritu también se siente en el Teatro Campos.

Queda, como guiño al futuro, una reseña a las Torres de Isozaki. El arquitecto japonés es el San Pedro, el discípulo predilecto, de Kenzo Tange, el gran maestro nipón. ¿Será ésta que se avecina una nueva Edad de Oro? Todo apunta a que sí. Pero no la primera.

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