25 años no son nada

25 años no son nada

La polémica sobre la actuación de John Malkovich en Tarragona pone de manifiesto, por enésima vez, la chapucera política de comunicación de nuestra ciudad. Fuera de todo dogmatismo, somos campeones en la pérdida de oportunidades
Natàlia Rodríguez - 24/05/2010 08:48

Vaya por delante que esta humilde articulista es una fan devota del actor que nos ha visitado esta semana. Es más, como el dogmatismo no entra dentro de mis prácticas dominicales, reconozco que si quieres a John Malkovich tienes que pagarlo. De la misma manera que aceptamos el precio de una botella de un buen vino. Me parece fenomenal que un artista de este nivel actúe en nuestra ciudad y que en nuestro presupuesto municipal de cultura se contemple el hecho de que podamos jugar en Primera y pagar precios de Primera. Pero una golondrina no hace primavera. Y ese es el problema. John Malkovich es un espejismo. Tan poco acostumbrados estamos a la presencia de figuras de este calibre que nos hemos hecho un lío. Por criticar le hemos criticado incluso que se haya hospedado fuera de nuestra ciudad, como si eso fuera una afrenta mayor... La oposición municipal ha hecho algarabías y por lo visto se han perdido el espectáculo. En fin, que hemos añadido un poco de zarzuela a la ópera del americano.

Malkovich pasará

Pero Malkovich pasará y aquí nos quedaremos los mismos. Malkovich no habrá servido para nada. Su presencia en el Teatre Metropol no tiene nada que ver con una planificación o con una estrategia cultural. No estamos hablando de reivindicar la figura del arquitecto Jujol. No estamos ni tan siquiera contemplando la idea de poner en marcha el Archivo con los documentos que expliquen su obra, ni una experiencia museística que permita conocer de cerca la figura, algo hermética, de este tarraconense ilustre. Nadie ha propuesto la creación de la ruta Jujol. Sencillamente nadie piensa. Por eso la aparición en escena de Malkovich se atraganta.

Pensar antes que actuar

Seamos claros: el problema no es el coste de su actuación. El problema es que ha sido baladí. Malkovich puede ser un embajador fenomenal, pero hay que tener una estrategia clara de por qué y cómo queremos obtener rédito de su presencia en Tarragona. Y en esto de pensar con antelación no estamos muy duchos. Como siempre, exponemos nuestras debilidades a plena luz del día. La política de comunicación no se improvisa. Pero en Tarragona, como en otros lugares, parece que todos son expertos en esto de la comunicación. Tan expertos son, que al final nadie comunica nada. Bien, sí, comunican el desaguisado y dan a entender, en un momento de crisis económica profunda, que acabamos de tirar por el Balcón del Mediterráneo 300.000 euros. Felicidades.

Sin respuestas

Las preguntas y las respuestas se han cruzado y al final la información ha sido parca. Aunque respuestas, nuestro Ayuntamiento, las tiene de todo tipo y color, menos para reconocer el coste final del ‘caso Malkovich’. Algunas de ellas son de lo más entrañable. Les pongo un ejemplo. Cuestionado el Ayuntamiento sobre el precio (algo más de 16.000 euros) que se había pagado desde las arcas municipales por la publicación de varios libros que recogen los discursos y conferencias con las que nos tiene a bien deleitarnos nuestro alcalde, la teniente de alcalde y portavoz municipal, Begoña Floria, respondió que la operación era correcta justificándolo con un razonamiento de lo más contundente «de paso aprovechamos para proporcionar trabajo a las imprentas de Tarragona». Lo dicho, son entrañables.

Sagrat Cor

25 años son muchos, o pocos según se mire. Miren la foto que acompaña estas crónicas y decidan si las mujeres que posan con la mirada fija en el objetivo de la cámara, hace mucho o poco que terminaron sus estudios. Son mis colegas de promoción, las chicas de «mi clase», las de «mi cole». Incluso reconocerán algún rostro. El de Maria Mercè Martorell seguro. Reconocerán el Sagrario que es obra del arquitecto Jujol. Otras caras les serán desconocidas, pero son igual de fundamentales. Todas ellas forman parte esencial de lo que hoy soy. Son los rostros de la infancia, los de la adolescencia. Los que te han visto aprender lo poco que sabes.

Junto a ellas y con el pelo blanco, verán el rostro de la mujer que nos enseñó a leer. La hermana Victoria, que parece tener una energía inagotable, una alegría que viene de dentro, alguien que está en paz consigo misma. Una enorme afortunada porque ha conseguido comprender el secreto de la sonrisa eterna.

Faltaba una figura en la cena del pasado sábado. Era la de un hombre enorme que nos amenazaba con el «llanto y el crujir de huesos» cada vez que agotábamos su infinita paciencia. El bueno del Sr.Antón que ahora ya no enseña nada sobre las mitocondrias y los aparatos de Golgi. Hace poco que su voz se apagó. Pero entre las palabras de sus viejas alumnas se escucha aún la risa franca del viejo profesor. Tempus fugit. Pero a veces el tiempo se para un solo instante y volvemos a ser lo que nunca hemos dejado de ser: unas niñas.

Comentarios

  1. Tras leer esta noticia de la polémica surgida en la población de Tarragona sobre la actuación de John Malkovich me he dado cuenta de que Tarragona comparte con otras poblaciones ciertas peculiaridades y entre ellas la de criticar sin límites razonables ("la deshonra" para algunos de que el actor no se hospedara en la misma ciudad de Tarragona) actos y programaciones de divulgación cultural autóctona sin plantearse realmente qué es lo que realmente aportan ahí donde se hagan. No creo que lo importante es que venga Malkovich (actor que igual que Natàlia Rodríguez tambien admiro), sino, como el mismo artista respondió a una entrevista en la Vanguardia, hacer ver a la sociedad que día a día está rodeada de obras arquitectónicas de gran calibre e importancia de lo que realmente tienen y que repercusión tienen éstas a nivel mundial. Estudiar y dar a conocer con más detalle la obra arquitectónica de Jujol es muy positivo también para Gaudí. Con tal conciencia sobre el patrimonio que se contiene, se puede llegar a intentar dar respuestas a metodologías que seguía su ayudante y con ellas ayudar a resolver aquellas que Gaudí ha presentado con sus obras. La lástima, que se esperen a los centenarios para llegar a estos puntos de inflexión.

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