Por Rodrigo Díaz Soteras*
¿Por qué Gaudí en Rancagua? ¿Cuál es el origen de esa expresión? ¿En
qué se basa? ¿Es esa expresión un deseo de un grupo de personas bien
inspiradas, que se han sobrepasado en el alcance que se puede atribuir a
un boceto del gran arquitecto de la Sagrada Familia? La respuesta a
esta última pregunta, que es la esencial, es que no. La capilla de
Nuestra Señora de los Ángeles que se pretende construir en Rancagua fue
expresamente ofrecida por Gaudí con esa finalidad: que se construyera en
Rancagua, ciudad del centro de Chile, un país situado en los confines
de Sudamérica, una capilla de su autoría, dedicada a la Virgen, y con
esa advocación. Más aún, de concretarse, sería la única obra de ese
arquitecto genial, tal vez el más grande de la historia moderna,
construida fuera de España. El comienzo de esta historia que recorre
gran parte del siglo XX tiene su origen directo en una petición concreta
que le hiciera fray Angélico Aranda a Antoni Gaudí, de una capilla para
la ciudad donde estaba cumpliendo su labor pastoral. Su celo misionero
le representaba la necesidad de contar con un lugar de devoción que
tuviera en Rancagua el mismo espíritu que el fundador de su orden, san
Francisco, obedeciendo lo que Dios le inspiraba, había asignado a una
pequeña capilla en la zona de Umbría en la actual Italia. Este
religioso, artista él también, pensaba en algo concreto: estaba
“empeñado en hacer una pequeña capilla o santuario dedicado a Nuestra
Señora de los Ángeles o Porciúncula...” y se le ocurrió apelar a la
confianza que le había transmitido Gaudí – con quien los hermanaba
además la sensibilidad estética –en un encuentro tenido años antes, y se
atrevió a escribirle, apelando a ese conocimiento. Concretamente –y
para la más completa fidelidad histórica transcribimos textualmente los
fragmentos de la carta que se refieren al tema – le escribió:
15 de
agosto de 1922
Sr. D. Antoni Gaudí y Cornet
El que escribe es un fraile
franciscano... que tuvo el gusto de conocerlo el año 1909... Le contaré
que estoy empeñado en hacer una pequeña capilla o santuario dedicado a
Nuestra Señor de Los Ángeles o Porciúncula y deseoso de hacer una obra
original, bien original, me acordé de Ud. y digo ¿Cómo no ha de
obsequiar con un plano de los que él solamente sabe hacer? Se lo pido,
pues, en nombre de Nuestra Señora de los Ángeles, prometiéndole
corresponder con mis oraciones...
Le saluda su afmo.
Fra Angélico
Rancagua
En la carta dice expresamente la advocación
que tendría el lugar de culto, y también que no es un edificio religioso
cualquiera, ni de cualquier dimensión: a pesar de que se dirigía al
arquitecto de la Sagrada familia, no pide los planos para una gran
iglesia, sino que “una pequeña capilla o santuario dedicado a Nuestra
Señora...” Se trata de un lugar de oración, sujeta a la autoridad
eclesiástica, desde luego, pero sin funciones administrativas como una
parroquia, por ejemplo. Sólo, simplemente, una capilla similar a la que
san Francisco había reconstruido muchos siglos antes en las cercanías de
Asís.
La respuesta pudo ser negativa, precisamente por las razones que el
propio Gaudí había referido a su secretario, y que aparecen en la carta
que se transcribe más adelante; adelantemos que de hecho, a personas de
gran relevancia social y poder económico que le pedían trabajos, había
rehusado aceptar nuevas obras. Sin embargo, las circunstancias se dieron
de manera muy particular y favorable. En la generosa contestación del
arquitecto empiezan a acumularse esos datos que respetuosamente podemos
confiar al azar, y también respetuosamente, para quienes creen en la
Providencia, a un designio superior.
Su respuesta, enviada por
intermedio de su secretario el día 12 de octubre de 1922 fue la
siguiente:
Mi respetable Padre en Cristo:
Por encargo de nuestro
querido arquitecto D. Antonio Gaudí, paso a contestar su atenta del 15
de agosto, que llegó el 14 de septiembre, fiesta de la exaltación de la
Santa Cruz y Víspera del día de los Dolores gloriosos de Nuestra Señora.
Como quiera que el Sr. Gaudí vive en absoluto consagrado a su obra de
la Sagrada Familia y desde hace años declina aceptar trabajo alguno que
le aparte de dicho cometido, pensaba corresponder a Ud. agradeciendo sus
frases de afecto y sus oraciones. Tengo setenta años, me dijo y
poniendo a contribución toda mi vida, aun no haré lo que necesita la
Sagrada Familia.
Mas el domingo, 17, fiesta de la Impresión de las llagas de San
Francisco de Asís, volvió a leer su carta de Ud., y en el dorso encontró
unas notas en lápiz, que le habían pasado desapercibidas al recibir la
carta. Las proporciones de la Capilla dedicada a Nuestra Señora de los
Ángeles, correspondían con un edículo que estaba estudiando como
elemento del Templo de la Sagrada Familia para dedicarlo igualmente a
Nuestra Señora de los Ángeles. Las medidas resultaban iguales. No se
trataba pues de proyectar una obra nueva e independiente del Templo que
lo requiere constantemente. Podía por tanto adelantar para América...
Así que al explicarme el Sr. Gaudí lo sucedido, me encargó que
ofreciera a Ud. para el santuario de Rancagua sus trabajos destinados a
la Sagrada Familia.... y sería una prueba de confraternidad espiritual
entre España y América... El monumento se prestaría a la decoración
pictórica en el interior, por cuanto habría una porción de asuntos que
por tal medio se expresarían. Pero la nota culminante es que el edículo
tendrá una capilla en que habrá Nuestra Señora, acompañada de las nueve
jerarquías angélicas.
Al ser intérprete de los sentimientos del Sr. Gaudí para con Ud. y la Orden Franciscana, me es grato ofrecerme muy suyo.
Att°. s.s.Q. B.S.M.
Martí Matlleu
Día de Nuestra Señora del Pilar, fiesta de la Raza
No
obstante la buena disposición de Gaudí, y la claridad de sus
propósitos, el proyecto no se inició entonces; sin embargo, sabemos, por
información que se fue descubriendo paulatinamente, que siguió
trabajando en afinar el proyecto elegido para Rancagua. Este afán, según
consta, lo tuvo presente los últimos cuatro años de su vida.
Esto es expresado en la Memoria de la Capilla de la Asunción de la
Sagrada Familia, realizada por los arquitectos que seguirían el
trabajo hecho por Gaudí:
“Es por este amor filial, (a la Santísima
Virgen) que al final de su vida Gaudí proyecta la elegantísima Capilla
de la Asunción... Los planos que se acompañan corresponden a los
originales de Gaudí....también se acompañan los estudios realizados por
los arquitectos del Templo , y de cara a una posible ejecución inmediata
de la Capilla”
A pesar de eso, y hasta muchos años después estuvo
olvidado.
En el año 1993, el académico Joan Bassegoda -depositario del
legado del arquitecto, y poseedor de inestimable documentación,
académico ilustre, Director de la Cátedra Gaudí- en una carta del 17 de
julio, viendo la posibilidad de que el proyecto se concrete, da a
conocer antecedentes que dan el impulso necesario para que el anhelo
resurja y empiece a avanzar nuevamente.
Ese mismo año empiezan a
movilizarse y a reunirse informalmente personas particularmente atraídas
por este sueño que resurgía, hacia 1995 estaba bastante
institucionalizada, hasta que en abril de 1996 se constituye formalmente
la Corporación Gaudí de Triana, que ha permanecido activa hasta ahora
buscando estrategias y aunando voluntades para que se haga realidad el
empeño del P. Aranda, y para que la comunidad de Rancagua lo haga suyo. Y
no sólo la de Rancagua, sino que con una mirada abierta además a todos
los horizontes.
El simbolismo en Gaudí: la naturaleza de un proyecto
En su origen, la iniciativa del padre Angélico se centra en la
construcción de un santuario mariano, dedicado a Nuestra Señora de los
Ángeles, y es a esa idea a la que se suma Gaudí. A la piedad del fraile
franciscano se unió la genialidad del arquitecto, aportando en su
diseño una excepcionalmente rica simbología gracias a la cual, como en
la Sagrada Familia, cada elemento material, cada curva, cada volumen
lleva una alusión deliberadamente buscada, de representar algún artículo
de fe, algún atributo de la Virgen o alguna manifestación de la
devoción mariana.
Precisamente sobre esta dimensión propia de la idea original, se
cuenta con un trabajo especializado: “Es bonito entender el simbolismo
en Gaudí para cada una de estas superficies: El helicoide le significaba
el movimiento, por la dinámica que genera, el hiperboloide le
significaba la luz, por el continuo y suave bañado de la reflexión
lumínica que genera esta forma el paraboloide hiperbólico la trinidad,
porque está formado por 2 rectas directrices no paralelas (el padre, el
hijo) y una tercera generatriz que se desplaza sobre ellas y genera la
forma integral (el espíritu santo).
Ese simbolismo se conserva y
enriquece en la capilla proyectada para Rancagua. Sintetizando lo
esencial, y siguiendo al más reconocido experto en Gaudí de nuestro
país: “Mediante escudos parabólicos con representaciones religiosas y
paraboloides hiperbólicos llegamos a la altura del coro o galería –de
forma circular en planta-amarrada por una baranda de un suave
hiperboloide y decorada con 12 ángeles. Sobre ella arrancan ocho
paraboloides que conforman un hiperboloide más pronunciada, donde la luz
iluminará la Trinidad en la cúpula, coronando a María quien asciende al
cielo rodeada de las jerarquías angélicas. Aquí estamos a nivel de la
doble cúpula, ya que la exterior –que es un paraboloide con aberturas
romboidales- son los mantos sostenidos por los ángeles esculpidos en los
pináculos. Se culmina superiormente con una corona, que soporta la cruz
gaudiana en su altura máxima de 30 mts.”
Esta capacidad de
entregar significados no se da sólo a través de las líneas o de los
volúmenes: también los materiales llevan su carga simbólica según se
comenta en el texto siguiente: “A causa de las condiciones sísmicas de
Chile, esta (la capilla) se estructura en hormigón armado, pero para su
revestimiento se considera el uso de la piedra semipreciosa el
lapislázuli, que por su intenso color azul se ha estado asociada a un
símbolo de pureza y de nobleza. La idea es que la disposición del
material consiga que a medida que se eleva la capilla aumente la
intensidad del color de gris a azul, de manera que nos acerque a la
imagen de lo celestial en lo alto del cielo.”
Una obra con proyecciones universales
El hecho de que se trate de una obra pensada para Rancagua, y con la
finalidad expresa de acoger un centro de devoción a la Virgen, no cierra
en estos atributos - que ya son bastante amplios – el alcance de la
obra. Ciertamente Gaudí es un autor que no obstante haber concentrado
todos sus trabajos en España, y particularmente en territorio catalán,
se proyecta hacia el mundo, y su obra es a su vez un centro de atracción
espiritual y cultural de escala planetaria. De hecho, prácticamente en
cada foto panorámica de la Sagrada Familia donde aparezcan visitantes,
es posible distinguir tipos humanos representativos de todas las
nacionalidades y de todos los continentes.
Hay un sentido particular, desde luego, que desde su concepción
aparece como una voluntad explícita: el del sentido de prueba material,
de signo sensible – sacramento casi – que tiene la capilla como muestra
de la confraternidad entre América y España. Ahora bien, esa voluntad
encuentra una expresión particular y específica de ese anhelo más
amplio: el de la confraternidad entre Chile y España.
El proyecto considera la construcción de un centro anexo, armónico
con la capilla y unido a ella, en el que tengan cabida todas las
expresiones superiores del ser humano: las artes plásticas, la música,
el debate intelectual, las manifestaciones propias de la identidad
chilena en su artesanía mejor elaborada, los talleres literarios, las
artes escénicas, la meditación. Ciertamente, si bien ningún espacio
estará negado a nadie, el centro cultural será especialmente abierto,
como el atrio de los gentiles, en el que todas las personas, católicas o
no católicas, creyentes o no creyentes, sin distinción de credo, lengua
o cultura, podrán estar en su casa, y manifestar su pensamiento sin
otro requisito que el respeto a los demás.
Asimismo, la localización espacial del conjunto permitirá, a todo el
que llegue, insertarse en una atmósfera definida por el paisaje de Los
Andes como telón de fondo al oriente, los lomajes de la costa al
poniente, y la amplia perspectiva del valle del Cachapoal, todos como
descriptores de la geografía nacional; asimismo, la cruz gaudiana
elevada a treinta metros de altura, será el referente visual obligado
desde cualquier punto de la rosa de los vientos por donde se llegue a
Rancagua.
Pero no será un espacio rural: la obra estará inserta entre ejes
estructurantes de la trama vial, sin que la asfixien; estará próxima a
conjuntos habitacionales abigarrados, de densidad variable, donde
coexisten amplios sectores sociales y viven su realidad cotidiana, sin
que la proximidad de ese mundo que despliega con naturalidad y sencillez
su vida diaria, le reste a la capilla su sentido natural de
trascendencia. Más bien asume esa realidad y la eleva.
En definitiva, será un lugar donde se encarne la espiritualidad
franciscana, que inspiró a un fraile a recurrir a un místico de la
arquitectura para pedirle una obra original, muy original... y encontró
eco.
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No tenemos que olvidar que un joven arquitecto chileno vino
a Barcelona a estudiar allá por los años 1980 y descubrió la carta del Padre en Cristo en el archivo episcopal este
Arquitecto es Christian Matzner Thomsen autor también de parte del proyecto
para el que se utilizaran los planos de la sacristía que ahora mismo se esta
acabando
Luis Gueilburt
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