Un Gaudí sin masificación y... ¿vacío?


Sus monumentos apenas reciben público local y las entradas cuestan una media de 20 euros  EL MUNDO
VANESSA GRAELL @VaneGraell      18 de Mayo 2020

















Los vecinos de la Sagrada Familia han recuperado el barrio, normalmente lleno de turistas y autobuses. MARTA PÉREZ / EFE  

¿Quién visitará a Gaudí cuando no haya turistas? El barcelonés suele tener una relación de amor-odio con su arquitecto estrella: todo lo relacionado con la marca Gaudí es sinónimo de turismo, masificación, souvenirs kitsch y bares con precios escandalosos.

¿Qué ocurrirá con sus monumentos en la Barcelona de la nueva normalidad? Monumentos en manos privadas cuya entrada ronda una media de 20 euros y en los que el público local apenas representa el 10%.
«Hace años que los barceloneses no ponen un pie en los monumentos de Gaudí. 


Salvo en la Pedrera para ir a ver alguna exposición, pero no al conjunto arquitectónico... Si la Sagrada Familia abre sin turistas y a 25 euros se a quedar vacía», así de contundente se muestra Juan José Lahuerta, director de la Cátedra Gaudí de la Universidad Politécnica de Cataluña. 

Desde que tomó las riendas de la Cátedra en 2016, Lahuerta siempre ha sido muy crítico con la explotación y mercantilización de Gaudí: «La Sagrada Familia es un monstruo turístico y la Casa Batlló sólo quiere sacar dinero como sea. 
Hasta el Ayuntamiento de Barcelona ha segregado el Park Güell, inventándose un nombre de Zona Monumental, para convertirlo en un lugar de turismo de pago. Gaudí siempre ha sido la gallina de los huevos de oro de Barcelona, pero nada de lo que genera revierte realmente en la ciudad y en los barceloneses». 

La Sagrada Familia ya ha reconocido que no retomará las obras hasta que no vuelva el turismo. «Ahora mismo no está clara ni la fecha ni la forma de reapertura», admiten desde el templo. 
Aunque se han barajado opciones como reducir el horario de visitas y limitar el aforo a 1.000 personas -como se hizo justo antes del confinamiento-, las pérdidas respecto a las cifras de 2019 serán abrumadoras: más de 4 millones de visitantes, con unos ingresos alrededor de los 100 millones de euros. 
Por lo pronto, los vecinos han recuperado el parque delante del templo y sus calles adyacentes que antes parecían un párking de autobuses turísticos. 

«Existe un desconocimiento total sobre quién era Gaudí. Se ha convertido en un producto comercial, maleable, digerible y fácil para el turismo masivo, olvidando toda su complejidad. 
Quienes salen de la Sagrada Familia lo hacen con una idea completamente errónea: la del genio aislado e incomprendido. 
El templo expiatorio es una obra que intenta crear una simbolización de la sociedad de Barcelona en contra de su realidad, que era la lucha de clases y la violencia en una época de gran conflictividad social», lamenta Lahuerta, uno de los grandes expertos en Gaudí (en 1993 publicó una monografía sobre el arquitecto, dirigió la exposición central del Año Gaudí en 2002 y en su excelente ensayo Fuego y cenizas rompe todos los tópicos sobre el contexto y la obra gaudiniana).

El Gaudí-mercancía es la base del modelo turístico de Barcelona.«Se ha expulsado a los barceloneses de lo que era suyo, desde un punto de vista sentimental y espacial. Hay que repensar el modelo de la ciudad en general, pero nadie ha hablado de cómo se puede aprovechar esta situación de crisis», plantea Lahuerta.

El pasado enero, el Ayuntamiento sacaba pecho de los 12 millones de turistas que habían visitado Barcelona durante 2019 pero también lanzaba la idea de «descongestionar» el turismo, que se concentra en el centro de la ciudad, para potenciar otras zonas como Poblenou o la isla de museos de Montjuïc (presidida por el Museo Nacional donde, por cierto, no llega ningún transporte público: hay que subir un buen tramo de escaleras si las mecánicas están estropeadas, como ocurre a menudo, y el director Pepe Serra lleva años pidiendo una parada de autobús). Tras el confinamiento, Gaudí, postal e imagen de Barcelona, podría volver a ser de los barceloneses.

Comentarios

  1. El turismo de masas es un problema que, por desgracia, también tienen muchas ciudades de arte de Italia. Aumenta el PIB, pero con los efectos secundarios que conocemos: contaminación debida a la movilidad, aumento de la carga de residuos, consumo de energía, etc.
    En momentos de desesperación pienso en lo hermoso que era aquel mundo en el que sólo había viajeros que sabían metabolizar sus experiencias de viaje.
    Entonces se me ocurre una solución drástica y provocadora. Igual que para ser médico, periodista, arquitecto o ingeniero se necesita un título y/o un examen de Estado, ¿por qué no hacer también un examen de Estado para el turista? Un examen que se repita para cada lugar que se pretenda visitar, por supuesto.
    Saludos cordiales
    Claudio R. Fantone

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